No sé si fue el nerviosismo que arrastraba desde hacía días, la intuición o, el ruido que hacía mi madre pero; a las 6 a.m abrí los ojos y, como buena impaciente miré mi móvil. Dos whatshapp y una llamada perdida a las 5:45 a.m, ¿¿hola??, ¡¡es Bernardino!! Macarena ha roto aguas!! Allá que pegué un bote de la cama!!
No se me ocurrió otra cosa que llamar a mi amiga Marina, matrona en la Arrixaca, ya que, nadie mejor que ella iba a atender ese parto de una mamá primeriza. En esos primeros instantes Marina se tuvo que dedicar a tranquilizarme, porque yo estaba en un estado de nerviosismo verdadero. "Nena, que aún quedan mínimo 8 horas". El mundo se me vino abajo. Yo me veía a las 10 de la mañana con la pequeña Carmen en brazos cantándole una nanita.
No fue hasta las 12 de la mañana, mientras desayunaba con Gabri en Ipanema, cuando Marina me dijo que me fuera a la Arrixaca. Dejé al pobre casi con la palabra en la boca pero, yo no podía perder tiempo! Después de una salida caótica de la ciudad de Murcia, 3 atascos y un tapón para entrar a El Palmar, por fín llegué. Lo que no sabía yo es que aún me quedaría un par de horicas para contemplar la vida.
Cuando llegamos, encontré a Macarena y Bernardino en la sala de monitores. Lo cierto es que, Bernardino estaba cagaíco el pobre, él no lo sabe, pero yo que veo esas cosicas al vuelo, me dí cuenta. No fue hasta las 14:30 cuando por fin, llegó el ansiado momento del parto.
No, aún no puedo explicar lo que sentí. Vi a una matrona que trataba con delicadeza y cariño a mujer que iba a dar a luz. Vi a una profesional de los pies a la cabeza. La calidad humana que se respiraba en ese momento era comparable a la emoción que todos sentíamos. "Muy bien, Maca, lo estás haciendo genial", "Maca, un poco más, muy bien" "Venga, Maca, eres una campeona" "Maca, quieres sacarla tú?" "Bernardino, ¿quieres cortar el cordón?". Nunca imaginé ver a mi amiga Marina desempeñando el oficio de traer vidas al mundo, ¡¡qué tía!!, ¡¡qué bien lo hace!!.
Cuando cogí a la pequeña Carmen con 5 minutitos de vida me sentí una persona afortunada. No todo el mundo tiene la posibilidad de ver lo que yo ví: la vida. Es un olor muy peculiar, es una emoción tras otra, las lágrimas me caían mientras agarraba con fuerza a la madre de Macarena, que me decía al mismo tiempo "ésto es un regalo del cielo".
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