Píldoras para la felicidad, ¿para cuándo en farmacias? |
Fue ayer cuando decidí pasar
la tarde en Murcia. Dedicarme a mí. Pasear, relajarme, respirar ese airecico
maravilloso que teníamos y, como no, sentarme en un par de terrazas. Y es que
para qué nos vamos a engañar, lo necesitaba. Llevo unos días en que todo va de
mal en peor, en todos los sentidos.
Mi primera parada, tras estar
20 minutos para aparcar mi cochecico fue la Toga , uno de mis sitios favoritos; con esas
vistas tan estupendas a la
Facultad de Letras, mi querida facultad y, donde tan feliz he
sido. Entre risas, pasé un ratico muy agradable con Jose, a quién le estuve
dando la paliza con mi nueva situación, ¡¡perdón!! Tras despedirnos, me dirigí
a la plaza Santo Domingo, donde había quedado con mi querida amiga la doctoranda,
Alba. Nos sentamos en el llao llao, pues reconozco que el cuerpo me pedía a
gritos un helado de esos y empecé a desahogarme con mi amiga.
Es ahora, cuando estoy en ese
momento de la vida en cual, no sé por donde tirar. Agradecería muchísimo tener
un manual de instrucciones de la vida, pero con el tiempo, imagino, tienes que
tener experiencias para saber por donde caminar. Últimamente nada sale como
quiero, parece que viene una desgracia tras otra y, me agarro al refrán “Dios
aprieta pero no ahoga”. Pero ya no puedo más. Jamás he estado tan desmotivada.
Tras contarle esto a Alba, sus
palabras fueron claras “Elena, tu no eres así, eres una chica que siempre ha
desprendido felicidad”. Y llevaba razón.
De camino al coche, pasé por
mi antiguo piso de estudiantes. Los sietes años más felices de mi vida.
Mientras tomaba una foto con mi móvil pensaba “Elena, es en ese piso te hiciste
mayor”. Pura nostalgia. Ya de camino de vuelta a La Unión , con esa inyección
murciana en mis venas; pensaba en las cosicas bonicas que tengo en mi vida y
que creo, merecen la pena: recibir un regalico inesperado, como por ejemplo el
cuaderno de notas que me regaló Alba. Un detallazo, amiga. Recibir un mensaje
privado en Facebook de Irene, que siempre transmite buenri. La sonrisa
inesperada del tío que te mola. Un whatshapp de Popi diciéndome “pos bien nena,
pos mu bien”. Me lo como a besos. Mi Consu (algún día le dedicaré un post.
Prometido). Una noche de cervezas… Pequeñas cosas que me hacen muy feliz y que
me recuerdan que pese a estar atravesando un momento delicado, hay que seguir
adelante; salir a la calle con taconazo e intentar hacerle la vida agradable a
los que me rodean, que es al fin y al cabo algo que se me da muy bien. Que no
hay mal que por bien no venga y que no merece la pena llorar.
Empiezan los días malos y
pienso vivirlos con una sonrisa.